LA VIDA COMO EL SUEÑO
DE LA MUERTE EN LOS SONETOS FILOSOFICOS
DE SOR JUANA INES DE LA CRUZ
Elvia Benítez
En el capítulo
“óyeme con los ojos”, de su libro Las
trampas de la fe, Octavio Paz explica que la idea de la muerte en la poesía
de Sor Juana Inés de la Cruz se equipara a los conceptos de los celos y la
ausencia, “nombres distintos de la soledad”, “ficción” ésta a la que la poetisa
acude con frecuencia, sea de forma velada o explícita, deleitándose en ella
como una forma de alcanzar, en la introspección silenciosa, ese “cúmulo
incomprensible” (El Sueño) de conocimientos que le permitirían comprender el
Universo en su totalidad.
Ausencia y Muerte,
alegorías que se entrelazan en el
misterio profundo de la vida, sirven muchas veces a la escritora como pretexto
para la elaboración de lo que Paz llama “objetos verbales”: sus poemas. Sondear
en la extensa obra poética de Sor Juana las distintas figuraciones y
configuraciones de estos dos conceptos implicaría, no sólo una empresa
complicada, sino sobre todo extremadamente abarcadora, razón por la cual
elegimos únicamente algunos sonetos, a partir de los cuales tomaremos una que
otra referencia de otros textos.
Para el hombre del
Barroco la vida se convierte en pesimismo y desengaño, razón por la cual ve el
mundo como un conjunto de falsas ilusiones que sólo culmina con la muerte. Si
por un lado, esta constancia de la vida ilusoria da lugar a la melancolía
expresada en el pesar por vivir; por el otro, el espíritu se vuelca hacia la
alegría, siguiendo la sentencia del Carpe Diem, para lo cual es imperante
burlarse de esta vida regida por las sombras hacia las cuales nos conduce la
existencia. Un ejemplo del pesimismo barroco se plasma en una parte de la obra
poética de Quevedo, donde se subraya la idea de la muerte como lo único cierto
en un mundo de apariencias: “vencida de la edad sentí mi espada/ y no hallé
cosa en que poner los ojos/ que no fuese
recuerdo de la muerte”. Equiparable a la ilusión de la vida es el amor, un
ideal inalcanzable cuyo doloroso efecto lo empata con la muerte, como describe
en el soneto “Amor constante más allá de la muerte”. Estas idas y venidas entre
la angustia por vivir presagiando el final y la negación de ese final al vivir
plenamente cada día, transforma la poesía barroca en una fluctuación de ideas e
imágenes que se contraponen y se unen entre sí, se mezclan o separan igual que
e un caleidoscopio poético.
Envuelta en este
espíritu barroco del siglo XVII, Sor Juana también se deja llevar en su poesía
por estos vaivenes del espíritu, logrando creaciones poéticas que, según sus
críticos la acercan más al estilo culterano instaurado por Góngora, el
cual al darle prioridad a la forma por
sobre el contenido, se convierte en “una amplificación no parafrástica, porque
no pretende explicar, sino deleitar con el ejercicio intelectual del enigma”
(1).
Sin embargo, a
pesar de sus aparentes imitaciones, la poesía de Sor Juana lo que hace es recoger la mejor tradición peninsular e
impregnarse de sabor novohispano. “En la alta cultura del medio ambiente en que
escribía, era la poeta que mejor dominaba el canon poético de la época, y esto
incluye a la poesía que venía de ultramar; sabía de la imitatio y de la
superación de los grandes poetas masculinos según se venía practicando pero su
imitación no fue nunca servil, los alteraba con una maestría independiente y
conocedora, adoptando lo que mejor convenía a su personalidad y a su sociedad
novohispana de letrados grandes y pequeños” (apuntes del Grupo)
Como Góngora, la
poesía de Sor Juana pretende cultivar la forma de las palabras dejando en un
segundo plano su contenido y crear un mundo de belleza, impresionando para ello
los sentidos con los más variados estímulos de luz, color, con un lenguaje
plasmado de metáforas
Pero las
influencias quevedianas o gongorinas que pueda tener Sor Juana en su poesía no
le restan originalidad, sino por el contrario, su grandeza consistió en lograr
apropiarse de los modelos de su época pero otorgándoles un tono propio, en consonancia con su circunstancias
y su particular visión del mundo. De este modo, su poesía es recreada en
palimpsesto a través de lo que Daniel Torres llama “el calco aparente”, ya que
“sobre la huella de una escritura (la de España) se percibe otra (la americana)
indiscutiblemente diferente)”. (2).
Esta pugna entre la
escritura de la metrópoli y la lírica barroca colonial se instaura en la poesía
de Sor Juana, como ejemplifica el soneto “Verde embeleso”, inscrito en la
categoría de sonetos filosófico-morales(3). El tema al cual alude este poema
es la vida como una ilusión o un sueño
que pronto acabará en la muerte y cuya vanidad disfrutan los ignorantes:
Verde embeleso de la vida humana
loca Esperanza,
frenesí dorado,
sueño de hoy de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
Decrépito verdor imaginado;
El hoy de los dichosos esperado
Y de los desdichados el mañana:
Sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
niego en entrambas manos ambos ojos
y solamente, lo que veo toco.
El soneto de estilo
clásico, está formado con versos endecasílabos perfectos y su forma rimada
sigue el patrón de ABBA – ABBA- CDE – CDE. Las variantes en los tercetos le
provee de un ritmo pleno de fluida musicalidad. El calco aparente se demuestra
en cuanto al modelo formal empleado que ubicamos – a modo de muestra y no por
ser precisamente el único- en el soneto
de Góngora “De la brevedad engañosa dela vida”, estructurado con la
misma fórmula y del cual transcribimos los cuartetos:
Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,
que presurosa corre,
que secreta
a su fin nuestra edad, a quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada sol repetido es un cometa.
Se presenta en
ambos sonetos una similitud en cuanto a métrica y a contenido, a pesar de las
diferencias en cuanto a la manera retórica en que cada poeta resuelve el
planteamiento del asunto. Mientras Sor Juana hace una definición descriptiva de
la vida humana a través de una figura de acumulación, enumerando los diferentes
epítetos con que nombra a la existencia: “verde embeleso”, “loca esperanza”.
Góngora, en cambio, hace un uso exacerbado del hipérbaton para darnos a
entender que la vida –que aquí presenta con la alegoría del carro romano sobre
la arena- corre presurosa cual “saeta”
en el tiempo dirigiéndose hacia su “meta”, es decir hacia la muerte. Este
devenir inexorable se percibe al comparar cada día con un cuerpo celeste: el
cometa, que desaparece instantes después de hacer su aparición en el
firmamento..
En el poema de Sor
Juana, la imagen que nos ofrece de la vida es la de un sueño en el cual la
persona lírica –representación del ser humano- permanece extasiada, como en
suspenso, es decir, está despierta pero dormida al mismo tiempo. Y en este
sueño “vive” un “frenesí”, es decir, un furioso delirio similar al que ataca a
los enfermos mentales. Pero esta locura es erróneamente percibida como
“dichosa”. La confusión mental vuelve el mundo al revés, tópico éste muy usado
por los escritores barrocos, lo cual se logra a través del oxímoron que une dos
ideas contradictorias “senectud lozana” . Así pues, este “mundo al revés” hace
que la vida sea dichosa para quienes aún no han percibido el mundo real que conduce
a la muerte; mientras que otros,
refiriéndose a los viejos, sólo pueden ver la angustia que les causa el fin
próximo.
Y esta muerte es
sinónimo de la sombra, oscuridad final que no pueden ver los que viven en el
delirio de las vanidades del mundo material, es decir, los que ven la vida
color “verde” –símbolo de la esperanza, concepto éste sobre el cual Sor Juana
reflexiona en otro soneto “sospecha crueldad disimulada, el alivio que la
esperanza da”, que versa sobre la misma temática de la vida ilusoria y su fatal
predestinación-: en tanto que el poeta, “cuerdo” logra abrir su entendimiento
para comprender, sin temor ni angustia, el sentido pasajero de la vida que
tiene como “meta” (Góngora) la muerte.
La visión de la
muerte como una “sombra” la adopta también Góngora en el último verso del
primer terceto del soneto referido: “en seguir sombras y abrazar engaños”. En
el último terceto adopta la misma
actitud serena y estoica ante la vida que presenta Sor Juana al dirigirse a un interlocutor para explicarle, casi con
intención didáctica y quizá con un sentido moral, que el vivir
desenfrenadamente significa vivir engañado, pues el tiempo en esta vida es
transitorio, es un “sueño de los
despiertos intrincado”. Como diría Octavio Paz, “no resisto la tentación de
citar” el último terceto de Góngora, por su melancólica belleza:
Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.
Quevedo retoma las
fantasías filosóficas desarrolladas por Sor Juana a partir de Góngora, como se
advierte en su Salmo IX “cuando me vuelvo atrás a ver los años…”, pero se
centra en los conceptos, con una versificación menos retórica. Aunque la voz
poética está en primera persona a diferencia del soneto de Sor Juana cuyo
interlocutor es la vida misma, aquí también el poeta se felicita a sí mismo por
la “fortuna” de verse ya en la vejez enfrentado a la muerte próxima sin la
angustia engañosa del joven que en su desesperación por vivir se ve envuelto
las “redes” de la existencia. El poeta, sabio, acepta su destino a diferencia
del necio que aún vive en su mundo ilusorio, como diría Juana, en el “verde
embeleso”. Transcribimos el final del poema, que capta el lado optimista y
exaltado del barroco: “¡Dichoso aquel que vive de tal suerte/que él sale a
recibir su misma muerte!”.
Como observamos, la
intertextualidad en el soneto “Verde embeleso” configura un metarelato
estructurado sobre el discurso filosófico y moral de la vida concebida ésta
como sueño o ilusión pasajera, cuyo disfrute no se logra a través de los
excesos o de los bienes materiales y falsos que ofrece, sino por medio del
camino del equilibrio moral y de la aceptación.
La paradoja en
cuanto a la aceptación casi mística de la muerte en contraste con un oculto
sentimiento de angustia frente a la ilusoria falsedad de la existencia, se crea
gracias a los múltiples significados escondidos en los diferentes niveles de
interpretación del poema. Aunque sin intención claramente religiosa, se advierten indicios de la doctrina
cristiana y de elementos profanos, filosóficos y herméticos que Sor Juana
desarrolla en otros poemas, pero más ampliamente en el “Primero Sueño”.
Respecto al concepto de correspondencia unívoca vida-muerte, Paz argumenta que
la poesía de Sor Juana se alimenta de todo el conocimiento no únicamente
religioso, sino astrológico, metafísico y científico de su tiempo (por ello la
poetisa es verdaderamente una mujer renacentista) y por lo tanto subyace en
ella la creencia de “una relación de oposición entre el alma y el cuerpo”,
gracias a lo cual el alma se desprende del cuerpo no solo al morir, sino
también al soñar. La idea aristotélica de que el cuerpo es la tumba del alma
aparece en el soneto analizado en el último terceto, donde la persona, consciente
de la corruptibilidad de su cuerpo, no se asusta frente a la muerte, porque
ésta, a diferencia del sueño transitorio de la vida, es un sueño eterno en el
que el alma “vivirá” cuando muera, ya liberada de su tumba corporal.
La concepción del
cuerpo como un ser que va directo hacia su descomposición aparece en otros
sonetos de la misma serie, como el 145 que comienza “éste que ves, engaño
colorido” y que tiene su referente en otro soneto de Góngora: “Mientras por
competir con tu cabello,/ oro bruñido al sol relumbra en vano”.
En su análisis al
soneto 145, Gonzalo Celorio expone que “el contraste entre la hermosura de la
vida y de la juventud por un lado y la vejez y la muerte por el otro; la
ilusión que cubre artificiosamente el vacío de la nada; la teatralidad de la
apariencia que oculta el cadáver que llevamos dentro —engaño colorido, vano
artificio del cuidado, falsos silogismos de colores, etcétera—son elementos que
responden cabalmente a la poética propia del barroco peninsular”, pero advierte
la diferencia entre ambos para hacer notar cómo Sor Juana va más allá de copiar
la lírica de su maestro español para erguirse ella misma en maestra, he aquí la
noción de obra en “filigrana” que define Torres y que supone la reelaboración
de textos anteriores pero “con una tentativa de originalidad”.
Gran parte de la
originalidad de Sor Juana radica en recoger de manera abarcadora el saber de su
tiempo y lograr con esa infinita y múltiple masa de conocimientos, creaciones
únicas. Lo hizo por ejemplo al exponer poéticamente su compleja visión acerca
de conceptos entrelazados entre sí como la vida, la muerte y el sentido de la
existencia. La solución a la problemática de una vida que se desperdicia con
artificios en un cuerpo destinado a la destrucción es, como expondrá
poéticamente en Primero sueño, dirigir su mirada hacia esferas más altas del
intelecto o del alma: hacia el Amor o hacia la Poesía, tal como se avizora en
el soneto 146:
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo cuando sólo intento
.poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así , siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas,
y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
Por medio de juegos
verbales la voz lírica en tercera persona expone la intención del poeta por
aprehender el conocimiento y plasmarlo en su poesía en lugar de perder el
tiempo en las vanidades mundanas. En una segunda lectura el poeta intratextual,
que en realidad es Sor Juana, plasma -aunque de forma silenciosa- la necesidad
de usar su “tercera” alma, la “racional” que “corona la punta de la pirámide
mental” para elevarla hacia el conocimiento y así lograr “poner riquezas en mi
pensamiento”. La concepción tripartita de las almas, de origen medieval, indica
que las otras dos almas que dan vida al Hombre están sujetas “a la mutabilidad
y al devenir” (Jorge Alcázar). En los sonetos expuestos aquí, Sor Juana expresa
su intento por trascender esa mutabilidad producto de una vida consumible al
comprender que “el ser humano es el gozne entre los ángeles y las bestias”, por
lo tanto es un “habitante del mundo de las apariencias, no es más que una
sombra, un mero simulacro de las formas puras” (Alcázar). Así lo define también
en Primero Sueño, al hombre “sombra impalpable”, que agregaríamos va encadenada
esta idea a la de la muerte (que es también ausencia y soledad, tal como se
manifiesta en gran parte de su poesía). Se denota en estas ideas una afiliación
neoplatónica.
El ser humano, como
la vida misma, es “una rosa divina” (soneto 147) “amago de la humana
arquitectura” y su destino como ser sensible es la “triste sepultura”, símbolo
de “la cuna alegre”, con lo cual se cierra el ciclo de este primer único
“sueño” que es la vida que se transformará en el sueño de la muerte, mediante
el cual el alma quedará liberada de su prisión. Pero entretanto, a lo largo de
este sueño será la poesía la que le permitirá a este “cadáver con alma” verse
“a la muerte vivo” y así aspirar a “la región primera de su altura” (El Sueño),
alejado de “las vanidades de la vida” (soneto 146).
En Sor Juana, pues,
la poesía misma es la fórmula para acabar con “el verde embeleso de la vida
humana” y trascender el sueño de la existencia hasta alcanzar el sueño de la
muerte, que es vida. Su obra nos ofrece una concepción totalizadora del
universo, del mundo y de la historia a través de una poética particular, al
mismo tiempo inserta en su contexto literario social, aunque apartada de él
para crear sus propios sueños. Benjamín Valdivia la define de manera estupenda:
es una mujer “cifrada por la figura del laberinto”.
BIBLIOGRAFIA
-Alatorre, Antonio, “¿Qué dice el primero sueño?, artículo.
-Alcázar, Jorge, El sueño de Sor Juana, Universidad Nacional
Autónoma de México
-Celorio, Gonzalo, Hacia una poética del silencio
-Celorio, Silencio y pudor en la poesía novohispana
-De la Cruz, Sor Juana Inés, Obras completas prólogo de
Francisco Monterde, edit. Porrúa,
México, 2010.
-Góngora, “Sonetos”, Biblioteca Virtual Cervantes, en
Google.
-Paz, Octavio, Las trampas de la fe, Lengua y estudios
literarios, FCE, México, 1982.
-Pedraza B., Felipe y Rodríguez Milagros, Historia esencial
de la literatura española e hispanoamericana, Madrid, Edaf, 2000
-Quevedo, Francisco, Obras escogidas, Conaculta, Biblioteca
universal, México.
-Torres, Daniel, “Del calco aparente, una lectura de la
lírica barroca americana”, en
-Ortega, Julio,
Conquista y contraconquista, Colegio de México
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